Monday, April 20, 2009

El imperativo kantiano y la estética kantiana


1. Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal. 2. Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio.*

Deber es, para Kant, querer incondicionalmente y viceversa. El deber moral, en efecto, “es un querer necesario propio del hombre como miembro de un mundo inteligible. Desprovisto de móviles extrínsecos a la voluntad (como por ejemplo el egoísmo, la culpabilidad social, o el temor de Dios), el deber es ese acto voluntario que “a priori” es su propio fin y que por tanto define la libertad humana. Con el primer principio Kant apela a dos cosas, universalidad y reversibilidad. Universal porque aplica por igual para todos, reversibilidad porque cuando hago algo siempre puedo (y debo) verme en el lugar de mi semejante.
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La aprehensión estética** de las cosas no contribuye en nada a su conocimiento, pero aumenta la facultad de conocer, porque mantiene una relación inmediata entre el conocer y el sentimiento de agrado o desagrado subjetivo. De ahí nace el “juicio del gusto”. Según la cualidad, “lo bello” es el objeto del sentimiento desinteresado, no debiéndose confundir este placer con lo agradable que aumenta los sentidos. El juicio del gusto es subjetivo, pero sugiere una dimensión universal, en la medida en que cuando digo “Esto es bello” pretendo una cierta objetividad que se refleja como cierta “capacidad de comunicación universal del estado de ánimo”.
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*Ambas aparecen en La Crítica de la razón práctica. La estética de Kant restá resumida en La crítica del juicio.